Elecciones presidenciales venezolanas

Un punto de inflexión crucial para la revolución

La campaña de las elecciones presidenciales de Venezuela del 3 de diciembre ya está en marcha. Pero están lejos de ser unas elecciones normales. El 3 de diciembre lo que realmente está en juego es el futuro de la Revolución Bolivariana.
La elección de Hugo Chávez como presidente en diciembre de 1998 marcó el principio de la revolución venezolana. Esa tampoco fue una campaña electoral normal. Realizada en unas condiciones de extrema polarización y con todo el poder de los medios de comunicación desatado contra Chávez, sin embargo, consiguió una victoria clara. Este fue un síntoma de que estábamos presenciando no sólo la elección de un gobierno progresista, sino los disparos de salida de un movimiento revolucionario en el que millones de trabajadores corrientes querían tomar su futuro en sus propias manos.

Al principio, la clase dominante venezolana tuvo una actitud ambivalente hacia Chávez. Claramente no era su candidato, pero como había salido elegido para el cargo, algunos pensaron que podrían presionarle, apretarle las tuercas, moderar su programa y básicamente que podrían utilizarle para dar a la desacreditada democracia burguesa venezolana una nueva cara limpia, pero sin poner en peligro su poder, riqueza y privilegios.
Pero estas esperanzas se desvanecieron en diciembre de 2001, cuando el presidente Chávez aprobó las 49 leyes habilitantes que implantaría las partes más importantes de su programa: mantener el carácter nacionalizado de la industria petrolera y poner en práctica la reforma agraria. A primera vista, estas eran reformas bastante moderadas. La industria petrolera ya había sido nacionalizada en 1976 y la reforma agraria que se proponía afectaba principalmente a la distribución de la tierra propiedad del estado y la expropiación con compensación de las haciendas improductivas. Pero la oligarquía venezolana corrupta y parasitaria, las 100 familias que habían controlado la riqueza del país durante doscientos años y dirigido el estado y la compañía petrolera nacionalidad como su feudo privado, no podían tolerar ni siquiera esto. No era sólo una simple cuestión de oposición a las 49 leyes habilitantes, era su temor al movimiento revolucionario que se estaba desatando desde abajo, del proceso de la elevación de conciencia de las masas que Chávez había comenzado, de la organización de millones de trabajadores, campesinos y pobres urbanos en la base de las organizaciones revolucionarias de todo tipo.
Aquellos que siempre habían estado excluidos de las decisiones políticas ahora pensaban que podían gobernar el país y eso era algo que no podían permitir. Esto explica la oposición fundamental e irreconciliable de la oligarquía (la pequeña camarilla de propietarios capitalistas de los bancos, la tierra y la industria, en alianza con el capital multinacional) a la Revolución Bolivariana. No importa las veces que Chávez ha intentando hacerles un llamamiento, las veces que ha iniciado negociaciones e intentado la conciliación. En la medida que Chávez es un factor que impulsa el movimiento revolucionario de las masas, no cejarán en sus esfuerzos por derrocarle y poner fin a la Revolución Bolivariana, con los medios que sean necesarios.
Esto se vio claramente en el golpe militar de abril de 2002, el cierre patronal y el sabotaje de la economía en diciembre de 2002-febrero de 2003 (que fue acompañado por un nuevo intento de golpe militar) y los disturbios de “guarimba” de febrero de 2004 (cuando la oposición trajo al país a 130 paramilitares colombianos). Pero todos estos intentos de derrocamiento violento del gobierno fracasaron porque se toparon con un movimiento de masas de la población que los derrotaron. En el caso del sabotaje petrolero de 2002, los trabajadores petroleros (con el apoyo de las comunidades locales y sectores de las fuerzas armadas) ocuparon las instalaciones y las dirigieron bajo control obrero, en lo que es el ejemplo más avanzado de control obrero en cualquier parte del mundo en los tiempos modernos.

La oligarquía y las elecciones

La contrarrevolución está gobernada por algunas de las mismas leyes que rigen la revolución. Después de haber sido derrotada sólidamente en varias ocasiones, la oposición (es decir, la oligarquía) quedó desmoralizada, dividida y perdió la capacidad que tenía de movilizar a cientos de miles de las clases medias del este de Caracas. Las derrotas de los intentos de golpe de estado también hicieron que los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas se depuraran. Al mismo tiempo estos acontecimientos fortalecieron la confianza de las masas en sus propias fuerzas y su resolución a defender la revolución. Esto dejó a la oligarquía, a corto plazo, incapaz de realizar un nuevo intento de golpe.
Pero sería un error peligroso pensar que se han reconciliado con la idea de actuar sólo dentro de los límites de la democracia parlamentaria. Su objetivo es librarse de Chávez y aplastar el movimiento y el espíritu revolucionario de las masas. Y saben muy bien que, por ahora, no pueden conseguirlo en una contienda electoral amplia. En este terreno ellos han sido sólidamente golpeados, en el referéndum revocatorio de agosto de 2004, en las elecciones a gobernadores estatales de octubre de 2004 (donde sólo consiguieron 2 de los 23 estados del país) y después en las elecciones municipales de 2005 (donde sólo consiguieron el 25 por ciento de los ayuntamientos).
Incluso aunque ellos puedan estar obligados a participar en las luchas electorales, por ausencia de un plan mejor, este es sólo un movimiento táctico. En el momento del referéndum revocatorio en agosto de 2004, sabían que no podían ganar y su plan era anunciar su victoria, con el apoyo de los medios de comunicación y observadores internacionales, crear una situación de caos que “justificara” una intervención internacional (quizá bajo la hoja de parra de la OEA). En el último minuto, frente a la magnitud de la victoria de Chávez y el temor a las implicaciones revolucionarias de un movimiento de masas contra cualquier intento de amañar los resultados del referéndum, los sectores más inteligentes del imperialismo descartaron este plan, dejando a la oposición venezolana gritando “fraude” durante unos cuantos meses.
En las elecciones a la Asamblea Nacional de 2005, la táctica utilizada fue diferente. La oposición participó en las elecciones mientras que organizaba una campaña sistemática para socavar su credibilidad (atacando el sistema de votación, el registro electoral, la Comisión Nacional Electoral, etc.,), para justificar su retirada en el último minuto (incluso aunque la mayoría de las exigencias relacionadas con los métodos de votación, recuento y otros por estilo se habían cumplido). La idea era deslegitimar la asamblea nacional. Esta era una señal clara de que la clase capitalista venezolana no está interesada en la democracia parlamentaria, ya que no produce los resultados que ellos quieren.
En esta ocasión la oposición parece estar utilizando una combinación de ambas tácticas. En primer lugar consiguen reunirse tras un candidato único (una conquista importante), Manuel Rosales, el actual gobernador de la oposición del rico estado petrolero de Zulia en la frontera con Colombia. Rosales representa un tipo más perspicaz de político de la oposición. En lugar de oponerse frontalmente a los programas sociales extremadamente populares del gobierno Chávez (las Misiones), ha introducido versiones imitadas en Zulia con un nombre diferente (y sin el elemento revolucionario de auto-organización de las masas que contienen muchas de las misiones). En esta campaña electoral ha declarado que mantendrá las misiones si resulta elegido. En realidad, ha hecho algunas promesas de ayuda social que parece ¡un verdadero candidato populista en estas elecciones!
La oposición aún está haciendo mucho ruido sobre las irregularidades en el censo electoral, sobre la naturaleza insegura de las máquinas electrónicas de votación, etc., Pero Rosales ha prometido mantenerse en la carrera hasta el final y no retirarse. Su estrategia en esta ocasión parece ser más similar a la que utilizaron durante el referéndum revocatorio presidencial. A través de su control de los medios de comunicación privados están moldeando a la opinión pública ante la idea de que el liderazgo de Chávez se ha reducido y que la diferencia entre él y Rosales se está acortando. Según se acerque el día de las elecciones, pueden fácilmente publicar encuestas que “demuestren” que es una contienda muy estrecha, que ambos candidatos tienen más o menos las mismas intenciones de voto, … y después cuando los resultados den a Chávez como ganador por un margen cómodo organizar una campaña diciendo que ha habido fraude, apelando a las fuerzas armadas y a la “comunidad internacional” para que intervenga, y otras cosas por el estilo.
Mientras que la oposición es relativamente débil, uno de los principales peligros de la revolución bolivariana viene desde dentro. Hay toda una capa de funcionarios en el aparato del estado y en las estructuras del movimiento bolivariano que están impidiendo que la revolución vaya más allá y sea completada. El propio Chávez es muy consciente de esto, en una entrevista reciente avisaba de que esta era ahora la amenaza principal a la que se enfrenta la revolución:
“La mayor amenaza está por dentro, hay una contrarrevolución permanente, burocrática. Soy un enemigo a diario, con un látigo me la paso porque por todos lados me azota el enemigo de una burocracia vieja y una nueva que se resiste a los cambios, tanto, que uno tienen que estar pendiente de cuando se dé una instrucción y hacerle un seguimiento para que no sea detenida o desviada o minimizada por esa contrarrevolución burocrática que está en el Estado, ese sería uno de los elementos de la nueva fase que viene de la transformación del Estado.
“El Estado se transformó a un nivel macro, pero los niveles micro se mantienen intactos, habrá que pensar ahora mismo en un nuevo paquete de leyes, transformación del marco político y jurídico hasta los niveles más micro del Estado para vencer esa resistencia.
“Hermana de la contrarrevolución burocrática es la contrarrevolución de la corrupción, ésa es otra amenaza terrible, porque por donde menos se espera aparece”. (http://www.aporrea.org/actualidad/n83403.html).
Esto plantea dos problemas diferentes que están vinculados. Por un lado el aparato del estado venezolano aún es el mismo aparato del estado capitalista de la IV República. Toda una capa de activistas que proceden del movimiento revolucionario ocupa ahora posiciones en ministerios e instituciones, pero las estructuras básicas y la mayor parte del personal aún es el mismo. Esto significa que hay constante sabotaje a las decisiones adoptadas por el gobierno o los diferentes ministerios. Cuando las organizaciones de base tratan con las instituciones estatales se encuentran bloqueadas a todos los niveles por los funcionarios que llevan en estos puestos 10, 15, 20 años, que están actuando claramente al servicio de los intereses de la clase dominante.
Una de las principales lecciones que Marx y Engels extrajeron de la experiencia de la Comuna de París es que “la clase obrera no puede simplemente basarse en la maquinaria estatal existente, y utilizarla para sus propios propósitos”. (La guerra civil en Francia). La experiencia de la revolución bolivariana durante los últimos es una confirmación irrefutable de esta idea, hay un creciente descontento dentro del movimiento revolucionario con la marcha de la situación.
La forma en que Chávez ha tratado esto ha sido intentar, hasta cierto punto, circunvalar las instituciones existentes con la creación de otras. Por ejemplo, los planes sociales en el terreno educativo, sanitario y otros (misiones) en realidad no se han implantado a través de los ministerios de sanidad y educación, sino más directamente en las comunidades. El problema es que, careciendo de una estructura de control adecuada y vigilancia por parte de los trabajadores y las propias comunidades, la burocracia también se ha reproducido en muchas de estas nuevas instituciones. El problema es por tanto no sólo la vieja burocracia de la IV República, sino también esta nueva burocracia de la que habla Chávez, que se disfraza de “bolivariana” pero en realidad está jugando un papel contrarrevolucionario.
El último intento de tratar este problema es la creación de los Consejos Comunales. Estos organismos se basan en asambleas de masas de 200 o 400 familias en las zonas urbanas y tienen el poder de elegir y revocar a los portavoces comunitarios. Los Consejos Comunales ( de los que ahora hay miles a través del país) se supone que también consiguen financiación directa del estado para ocuparse de las cuestiones en las zonas donde están presentes. Esto, potencialmente, podría ser la base para una nueva forma de estado, que podría estar firmemente bajo el control de la clase obrera. El problema llega cuando estos consejos coexisten con el actual aparato del estado, que no son parte de una estructura nacional centralizada (por lo tanto su poder real está limitado) y con el hecho de que Venezuela todavía es una economía capitalista (por eso los consejos realmente no pueden planificar o dirigir la economía en sus zonas). A menos que el actual aparato del estado sea destruido y sustituido por una nueva forma de estado, basado en delegados elegidos y revocables en las fábricas, centros trabajo, comunidades, etc., el problema de la burocracia se reproducirá una y otra vez.

Reformistas y burócratas

La otra parte del problema es el de los sectores reformistas y burocráticos del movimiento bolivariano. Aquellos que de mala gana aceptan los ataques de Chávez al capitalismo y sus llamamientos al socialismo, pero que en realidad son básicamente socialdemócratas, que piensan que la revolución ya ido lo suficiente lejos, y sobre todo, que se debe respetar la propiedad privada de los medios de producción.
La división entre derecha e izquierda a todos los niveles del movimiento bolivariano se está profundizando. Toda una serie de incidentes recientes son una indicación de esto. A finales de agosto vimos la polémica entre el alcalde de Caracas, Juan Barreto, y el vicepresidente, José V. Rangel, sobre la expropiación de dos campos de golf en el este de Caracas. Fue significativo porque era la primera vez que había una división abierta en la dirección bolivariana sobre cuestiones políticas. Y las líneas de demarcación estaban claras: Rangel defendía que “de ninguna manera aceptamos violar el derecho de propiedad, como está descrito en la constitución”, mientras que Barreto respondía que “si guardamos silencio”, para “no asustar a parte de la clase media” esto “desmoralizará a nuestro pueblo”.
Las masas bolivarianas están claramente impacientes porque ven que después de más de 7 años de proceso revolucionario, aún la mayoría de la población vive en la pobreza y el progreso de la revolución es constantemente interrumpido por los burócratas, los reformistas y la quinta columna. Uno de los lugares donde la rabia de la base de la revolución ha adquirido una expresión organizada es en el estado andino de Mérida, con la formación del Frente de Fuerzas Socialistas. El 8 de octubre esta coalición de organizaciones revolucionarias de base, participantes de las misiones educativas, organizaciones políticas de izquierda, sindicatos, comités de reforma agraria, etc., convocaron una manifestación bajo las pancartas: “Chavismo con Chávez”, “Con Chávez hacia el Socialismo” y “Con Chávez sin burócratas”. Sin el apoyo de ninguno de los partidos chavistas oficiales o instituciones del estado, la marcha consiguió reunir a una marea roja con más de 12.000 personas. La burocracia “bolivariana” respondió como es habitual con acusaciones de que los organizadores eran seguidores de la oposición, que estaban contra Chávez, etc., pero los representantes del Frente de Fuerzas Socialistas claramente señalaron que eso era una sarta de mentiras que en realidad, Arnaldo Marquez, el representante del Comando Miranda que hacía estas acusaciones era un antiguo miembro del partido opositor Acción Democrática.
Briceño, portavoz del Frente, explicó “nuestro apoyo firme a nuestro presidente Hugo Chávez”, pero añadió que “estamos enfermos y asqueados de falsos líderes que ocupan sus puestos y se olvidan de su responsabilidad hacia el pueblo, mientras que tienen puestos lucrativos que les permiten comprarse coches caros”.
Mérida es uno de los pocos lugares donde la oposición revolucionaria de base a la burocracia en el movimiento bolivariano ha alcanzado una expresión tan organizada, pero la actitud de las masas es similar en todas partes.
El problema de la burocracia y la ausencia de democracia no sólo existe dentro del aparato del estado sino también, y probablemente más peligrosamente, dentro de las estructuras del propio movimiento revolucionario. Los principales partidos del gobierno (MVR, PPT, PODEMOS) están totalmente desacreditados como instrumento a través de los cuales la base pueda expresarse. Esto es peor por la forma en que se han seleccionado los candidatos del movimiento bolivariano desde arriba y sin consultar con la base y sus organizaciones. Las masas bolivarianas aún así les votaron, pero sólo porque eran los “candidatos de Chávez”.
Para afrontar este problema Chávez ha comenzado ahora a hablar sobre la necesidad de un partido único de la revolución. Esta idea ha encontrado mucho apoyo en la base, que lo ve como una forma de librarse de las estructuras burocráticas de los partidos que ahora existen. Pero el problema principal continúa, ¿cuál será la estructura de este partido? Si es una repetición de las diferentes formas organizativas que se han utilizado hasta ahora (la mayoría de arriba abajo y sin ningún control), esto será un nuevo fracaso. Sólo una organización basada en principios democráticos genuinos (elección y derecho de revocación de todos los representantes por la base) puede servir a las necesidades del movimiento revolucionario venezolano.

La lucha por el control obrero y la economía socialista

La burocracia también ha estado ocupada intentando suavizar y sabotear las experiencias de control obrero que se han desarrollado en Venezuela desde la expropiación de Venepal en enero de 2005.
Se han reunido toda una serie de fuerzas para evitar que estas experiencias vayan más allá. Por un lado están los que han argumentado, públicamente y en privado, que no debería haber control obrero ni participación de los trabajadores en la gestión de las empresas propiedad del estado en sectores estratégicos (particularmente en el petróleo y la energía). Los trabajadores de ambas industrias han respondido diciendo que ellos son muy conscientes de que hay intereses estratégicos implícitos, pero que esa precisamente es una de las razones por las que deberían estar bajo el control directo de los trabajadores y las comunidades (es decir, bajo el control directo del pueblo venezolano), y que el sabotaje de PDVSA en diciembre de 2002 demuestra no se puede confiar en directores y administradores, que no han sido elegidos y no son responsables, para que defiendan los intereses del país, menos aún los intereses de la revolución. Este bloqueo deliberado del control obrero (o como se conoce en Venezuela, cogestión) ya ha acabado con la experiencia de participación obrera en la empresa eléctrica de Cadafe, dejando atrás un legado de desmoralización y cinismo entre los dirigentes sindicales.
Están los otros que argumentan, increíblemente, que los trabajadores de Venezuela no tienen el nivel de conciencia política, ni el nivel cultural, para implantar el control obrero, y por tanto esa es una discusión para un futuro muy lejano. Esta idea fue defendida, por ejemplo, por Jacobo Torres, del Frente de Trabajadores Bolivarianos (una de las tendencias dentro de la UNT), en una reunión organizada por el TUC británico en Brighton. Añadió además que “independientemente de lo que algunos están diciendo” no hay “control obrero en Venezuela” y “menos aún en las industrias básicas”. Esto choca con la realidad. En la acería propiedad del estado de Alcasa, en Guayana, los trabajadores eligen a los diferentes administradores de la empresa, éstos están sometidos al derecho de revocación por los trabajadores y no reciben un salario superior al que tenían antes. ¿Si esto no es control obrero, cualquiera que sea el nombre que se le de en Venezuela, qué es? No sólo esto, sino que tanto en el caso de Alcasa, como en el caso de los trabajadores petroleros durante el cierre patronal, los trabajadores venezolanos dieron pruebas suficientes de que tienen el nivel cultural y político necesario para ejercer el control obrero.
La posición política defendida por Torres y otros en el movimiento sindical y bolivariano, es sólo un refrito de la vieja teoría estalinista de las dos etapas, que defendía que la revolución debería dividirse claramente en dos etapas: primero la lucha por la liberación nacional y la democracia, y segundo, en un futuro lejano y distante, la lucha por el socialismo. El problema de esta teoría es que Chávez ha declarado claramente que el objetivo es el socialismo y se ha abierto el debate en el movimiento revolucionario. La clase capitalista de Venezuela, como hemos explicado al principio, cuando se enfrentó a las primeras medidas de una verdadera revolución nacional y democrática (no socialistas), decidió organizar ¡una insurrección armada! Qué ejemplo más claro de que no se puede separar una de la otra. Tan pronto como comienzas a poner en práctica, de una forma seria, las tareas de la revolución democrática nacional, te encuentras con el hecho simple de que el enemigo al que te enfrentas no es sólo el imperialismo, sino también los propietarios locales de los bancos, la tierra y la industria, es decir, la clase capitalista.
Pero el desarrollo del control obrero no sólo se ha detenido por el sabotaje de la burocracia y los reformistas. Desgraciadamente, el factor principal ha sido la inacción de los dirigentes sindicales. En varias ocasiones Chávez ha hecho un llamamiento abierto a los trabajadores para que ocupen las fábricas donde los empresarios están saboteando la producción. Incluso llegó a dar una lista de 700 empresas que estaban paralizadas y otras 500 semi-paralizadas haciendo un llamamiento a los trabajadores para que las ocuparan. ¿Qué hizo la dirección de la UNY? En lugar de tomar el llamamiento y organizar a los trabajadores en las distintas regiones para que realmente ocuparan estas fábricas y exigir al estado que las expropiara bajo control obrero, básicamente no hicieron nada. Incluso la anterior ministra de trabajo, M. Cristina Iglesias, ¡criticó públicamente a los dirigentes de la UNT por su inacción en este frente! Algunos dirán que, después de todo, Chávez sólo estaba haciendo un llamamiento a los trabajadores para que ocuparan las fábricas que ya habían sido abandonadas por sus propietarios, y que no es en absoluto una medida socialista. En el sentido estricto de la palabra es verdad. Pero sólo hay que imaginar el impacto de los trabajadores ocupando 700, o incluso 1.000 fábricas, exigiendo la expropiación bajo control obrero, y después que estas fábricas fueran expropiadas por el gobierno. Esto habría provocado públicamente un debate sobre el control obrero en la industria estatal y privada, y la necesidad de una planificación democrática de la economía, situándose en el primer punto del orden del día para el movimiento obrero. En realidad, ahora, hay muchos conflictos por salarios y condiciones laborales, que acaban con los trabajadores discutiendo la cuestión de la ocupación y expropiación (como en el caso de Sanitarios Maracay). En una situación revolucionaria como la de Venezuela no existiría una muralla china que separe las empresas en bancarrota de las activas que están atacando los derechos y condiciones laborales de los trabajadores, ni una división entre las empresas privadas y las que son propiedad del estado.

Los sindicatos

Algunos en la dirección de la UNT (como hemos visto en el caso de Jacobo Torres) se oponen realmente al control obrero (o al menos se oponen a que se plantee ahora el control obrero, como se oponen en un futuro largo y lejano). Pero lo que es más preocupante es la actitud de algunos de los que están en el ala de izquierdas de la dirección de la UNT que no se han tomado en serio esta cuestión. Por ejemplo, miembros de la dirección del ala de izquierdas CCURA de la UNT, que están promoviendo el nuevo Partido por la Revolución y el Socialismo, están en contra de la participación en el Encuentro Latinoamericano de Trabajadores de Fábricas Ocupadas y Recuperadas, porque, dicen, era una reunión “gobiernero” (una reunión pro-gobierno). Seguramente, sea bueno que el ministro de trabajo promueva tal reunión (en la medida que no intente interferir con las conclusiones que saquen los trabajadores). Pero incluso si hubiera una oposición política a los organizadores de la reunión, lo peor que se puede hacer es… ¡abstenerse de ella! A su favor Orlanda Chirino participó en el encuentro, pero la mayoría de los demás de CCURA siguieron el consejo sectario de los dirigentes del PRS.
Los dirigentes del PRS también se han abstenido en general de participar en el movimiento de fábricas ocupadas, Freteco, que fue creado en febrero de este año, y que ahora organiza a la aplastante mayoría de las fábricas bajo cogestión en Venezuela. La única tendencia en el movimiento obrero que propuso la creación de este frente y que ha trabajado consistentemente para desarrollarlo, ha sido la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR http://venezuela.elmilitante.org).
El reciente Encuentro Nacional del Freteco a este respecto fue una indicación de lo que es posible. Los activistas obreros tras el Freteco, comenzando con aquellos que están dirigiendo la experiencia del control obrero en Inveval en Los Teques, han tenido que resistir a unas presiones enormes por parte de la burocracia estatal para que suavicen el contenido de su lucha, y más recientemente para poner fin al control obrero.
Todavía es un movimiento joven, aprendiendo de sus propios errores. Este fue el caso de por ejemplo Inveval, la papelera de Morón. Aquí los trabajadores decidieron desmantelar el sindicato tras la expropiación. Creían que como ya tenían el control y elegido a los directores entonces no lo necesitaban. Este fue un error serio, y los nuevos directores elegidos se alejaron de los objetivos originales de la lucha. Pero lo más importante es que finalmente, en octubre de 2005, en una reunión de masas de los trabajadores decidieron echarles y elegir un nuevo equipo. Esto no fue negativo, sino todo lo contrario, como explican los trabajadores, demuestra cómo la democracia obrera, la inspección y el derecho a revocación son las únicas armas genuinas contra la burocracia.
Debido a la existencia de una organización como el Freteco, los trabajadores implicados en esta lucha, aparte de darse entre sí una solidaridad elemental, también han sido capaces de discutir sus experiencias y generalizar sus conclusiones. Si una organización como esta (basada en delegados elegidos en cada fábrica) existiera en el conjunto del movimiento revolucionario, ese habría sido un paso adelante importante.
Los trabajadores de Inveval e Invepal, y otras fábricas ocupadas, a pesar de todas las dificultades, demuestra que los trabajadores son perfectamente capaces de dirigir la industria de una forma democrática. Pero también son muy conscientes de que no pueden permanecer como pequeñas islas de socialismo dentro de un mar de capitalismo, y que su lucha es sólo una parte de la lucha general por la expropiación de la clase capitalista como un conjunto y la dirección de la economía venezolana bajo un plan democrático de la producción.
La economía venezolana sigue siendo una economía capitalista. Sectores clave siguen en manos privadas y algunos de ellos en manos de las empresas multinacionales. Este es el caso del sector bancario por ejemplo (en manos de dos multinacionales españolas), las telecomunicaciones, la distribución de comida, los medios de comunicación, etc., Estos capitalistas han demostrado una vez más su oposición irreconciliable a la revolución bolivariana, incluso aunque esto no haya amenazado ni de lejos directamente la propiedad privada de los medios de producción.

Punto de inflexión para la revolución

De este modo, resumiendo, podemos decir que las elecciones del 3 de diciembre son un punto de inflexión crucial para la revolución venezolana. Las masas se movilizarán para conseguir una victoria sonora el 3 de diciembre, pero después lo que esperarán, y exigirán, son soluciones para estos problemas cruciales: el estado y la burocracia, la organización democrática del movimiento revolucionario y sobre todo la cuestión de la economía.
En estas condiciones, las ideas del marxismo que ya se están discutiendo ampliamente en el movimiento, encontrarán una audiencia incluso más entusiasta.
La revolución venezolana sólo puede resolver estas contradicciones si se mueve decisivamente en dirección al socialismo, es decir, una economía nacionalizada y planificada democráticamente, y un verdadero estado obrero basado en delegados elegidos y revocables a todos los niveles.
Esto tendría un impacto masivo en el ya terreno fértil de la revolucionaria América Latina y abriría las puertas para una revolución continental.

Agradecimiento